El cáncer de mama es una de las enfermedades más recurrentes entre las mujeres de nuestra sociedad, pero cada dí­a disponemos de más armas para luchar contra ella. La ciencia y la tecnología permiten que cada vez se pueda realizar un diagnóstico más precoz, lo que mejora sustancialmente las posibilidades de una recuperación completa. Pero no se puede dejar todo en manos de la medicina y los aparatos de diagnóstico, sino que hay que ponerse manos a la obra y dotar a las mujeres, desde bien jóvenes, de los conocimientos necesarios para realizarse las llamadas autoexploraciones.

Pero ¿Y cuando ya tenemos la enfermedad? Pues luchar, luchar y luchar. Es lo que nos cuentan las mujeres que han pasado por ello. Hay que luchar contra la enfermedad, pero también con una misma para no venirse abajo. Porque no olvidemos que el cáncer de mama no es algo sencillo: a la noticia del cáncer, se suma un tratamiento voraz, una cirugí­a que puede desfigurar una parte muy especial de su cuerpo, un malestar espantoso por culpa de todo ello y la preocupación de cómo les afectará a todos los que te rodean. Y es que esta enfermedad no sólo afecta fí­sicamente, sino también psicológicamente.

Desde mi campo, el de la cirugí­a plástica, también llegan novedades cargadas de esperanza. Primero, porque cada vez son más los hospitales que realizan la reconstrucción mamaria en el mismo tiempo quirúrgico en el que se extirpa el cáncer. Y no nos engañemos, no es lo mismo salir de quirófano con un pecho parecido al que ya tení­as, a salir sin él. Psicológicamente ayuda mucho no vivir por el trance de esa “amputación”. Y segundo, porque cada vez encontramos nuevas técnicas que permiten mejorar mucho el resultado final con la mí­nima morbilidad. Es el caso del uso de la microcirugí­a o la reconstrucción del pecho mediante el uso de células madre de la grasa.