No está siendo fácil convencer a la partera. Esta reticente. No entiende por qué algo que había hecho ya 3 veces (en tres partos anteriores), en casa, sola, semisentada, precisaba ahora de médicos, de anestesia, de un Hospital.
No entendía nada. Desconfiaba. Pero todo ello no era excusa para explicarle que tenía una grave enfermedad, que por ello tenía los enormes edemas y que peligraba tanto su vida como la de los dos bebés. Por un momento su cara se desencajó. Bien, creo que ha entendido la gravedad de la situación. Silencio.

– Lo ha entendido ¿verdad Juan? ( mi traductor de Criol).

– No….., no,….¡¡¡se desencajó porque no sabía que llevaba dos criaturas!!!

En fin no había más tiempo que perder. Sus riñones estaban fracasando y en este caso iban tres vidas en juego, así que queriendo o no, para adentro!!!

– Alberto, prepara la epidural ¡¡¡que vamos!!!

Había mucha expectación. Me sentía observadísimo. Era la primera cesárea del hospital. Nos jugábamos la reputación. Cualquier contratiempo sería catastrófico. Todo se podia volver en nuestra contra. Si algo sale mal, pensarán que es culpa nuestra y que en su casa todo habría ido bien. Claro. No saben que es una eclamsia  (la elevación de la tensión arterial en una embarazarla hasta niveles que hacen fracasar a los órganos pudiendo matar a la madre y a los bebés. ¿La curación?……pues el propio parto). No sabe que los bebés  no se encajarán. No sabe que que uno de ellos viene atravesado. No sabe que todo sería un desastre sin la atención médica. Ya no consigue levantar las piernas. Buen trabajo Alberto, la epidural…perfecta.Que preparen todo, agua, toallas, el calentador. Que no falle nada. Todo sincronizado.

Corté la piel por encima del pubis. No se queja. Perfecto. Tras levantar la piel unos centímetros abrí la musculatura abdominal por la línea media, para no lesionarla. Aparté la vejiga de la orina para abajo (¡era un útero enorme!!) Corté y abrí el útero con tranquilidad. Estaba seguro de que todo iría bien. Miré al anestesista, Alberto, y con la mirada me dijo que todo iba bien, que adelante. José María me ayudaba como podía (¡¡¡¡ la paciente pesaba 100 kilos!!!!) y Laura y Juan estaban al pie del cañón. Pero no tenemos todo el material que nos gustaría.

Abrí completamente el útero y entre la fina lamina de sangre y líquido asomaba una estructura blanca. Al principio me costó situarme. Pero rápidamente vi que era la espalda del primero que venía atravesado. Lo cogí por la cadera y suavemente lo deslicé. Primero a través del útero y después fuera del abdomen.

-Pinza…..pinza…. corta cordón.

Está un poco deprimido. Se lo entrego a Juan, el enfermero.

– No le oigo llora, Juan! -Aún no había acabado de salir Juan del quirófano que ya sentí un llanto como un rugido.

– BIEN. El siguiente.Venían en dos bolsas, así que abrí la segunda bolsa. El líquido era limpio. Estaba tranquilo. Segundo fuera. Pinza….pinza y corta. Este tenía un mejor color y ya empezó a llorar en mis brazos. Ok. Niños bien. Ahora la madre. Pero, todo no iba tan bien. El útero sangraba más de lo que me hubiese gustado. Me apresuré a sacar las dos placentas y a comprobar que estaban completas y el útero estaba limpio. Aun así sangraba. El útero de una mujer tras el parto se contrae y cierra sus propios  vasos sanguíneos. Sigue sangrando. No se contrae bien. Empecé a masajear el útero como si fueran las contracciones del parto. Objetivo: engañar al útero y hacerle creer que está teniendo contracciones. Alberto me ayuda inyectándole una hormona que se llama occitocina. Bien. Va funcionando. El útero empieza a endurecerse. Ya no sangra.

– Ok chicos…..cerramos. Y que se note que han pasado cirujanos plásticos por aquí. Esa cicatriz…¡¡Perfecta!!

Voy a hablar con el padre. “Dos varones caballero”. Me miró y alzó los ojos mirando al techo como diciendo ….¡¡Dios mío!!Creo que su alegría se fundió, por un momento, con el cálculo de los costes de las dotes. Dos varones, dos dotes para la familia de las esposas cuando los case. Me dijo que le pondría mi nombre a uno de los niños. ¡Qué responsabilidad! Vale,¡¡¡ pero que se lo ponga al más guapo!!!! Volví adentro a ver cómo estaban los niños: 2,600 kgr y 2,650kgr. Los miré varias veces pensando cual era el más guapo. ¡¡¡ Pero que feos somos cuando nacemos!!!! Que elija el padre, pensé.

¡¡¡Esta noche Champán para todos, que pago yo!!! Pero lo más parecido que encontré en el mercado fue una Gaseosa dulce, tipo La Casera. Perfecto. ¡¡¡¡ Pues eso esta noche Gaseosa para todo, que pago yo!!!!! Y me saldrá más barato…;)

Saqué la cabeza un momento por la puerta de quirófano y vi a Mariama. Me miró y me sonrió. ¡Qué más se puede pedir! Hoy vamos a hacerle una cura de la zona quemada bajo anestesia general. Es imprescindible rascarle todo para que la suciedad y los tejidos muertos salten y puedan empezar a curar. Esta con sed y con hambre. Lo sé. Pero no puede tomar nada antes de la anestesia. Recordé que todavía tenía medicina mágica en mi mochila. Tome otra piruleta de corazón  y se la di para engañar un poco al hambre. Alargo aún mas sus comisuras enseñando sus blancos dientes. Me clavo la mirada durante unos segundos y la bajó hacia su caramelo.

La vida sigue. Los pacientes no paran de llegar. No se acaban nunca. Nuestras ganas e ilusión tampoco. Así que seguimos, que todavía queda día y fuerzas.
Por cierto, ¿os acordáis de Gabriel?.
Pues mañana os cuento.