La prevención, las revisiones periódicas y la autoexploración son fundamentales a la hora de un diagnóstico precoz de la enfermedad. Una de cada ocho mujeres sufrirá un cáncer de mama a lo largo de su vida. Y las tasas de incidencia no dejan de aumentar en nuestro país, seguramente, debido al envejecimiento de la población. Estas afirmaciones son duras, pero reales.
Sin embargo, para luchar contra ellas, cada día tenemos más armas. La primera, la prevención. ¿Y cómo se hace? Llevando una vida sana: comer de manera equilibrada dejando de lado las grasa saturadas, evitar el exceso de alcohol, evitar completamente el tabaco, dormir suficiente (entre 7 y 8 horas diarias)… pero también evaluando las posibilidades genéticas que tiene cada mujer de sufrir esta enfermedad. Por ejemplo, si en la familia la madre, la tía y/o la hermana han sufrido un tumor en el pecho o en los ovarios, lo más indicado es iniciar un estudio genético.Hoy en día existen nuevas pruebas que pueden detectar la predisposición genética a sufrir un cáncer de mama en mujeres muy jóvenes de entre 19 y 30 años. Hay que tener en cuenta que el 7% de esta enfermedad tiene base genética y el más común es el llamado “cáncer hereditario de mama-ovario” producido por mutaciones en los genes BRCA1 y BRCA2. Ello significa que las mujeres que tienen ese gen anómalo tienen un 60% de probabilidades de tener un cáncer de mama a lo largo de su vida, y eso es un porcentaje muy elevado. Así que nunca es pronto para empezar a prevenir.
La segunda y primordial es la detección a tiempo, es decir, un diagnóstico precoz. La visita anual al ginecólogo es indispensable y hacerse las pruebas que solicita, también. Porque cuando el diagnóstico es temprano, el cáncer es curable en la mayoría de los casos. Pero, las mujeres no deben dejar la detección exclusivamente en manos de un profesional, sino que deben tomar parte activa con la autoexploración mensual (y haciéndolo desde muy jóvenes, ya en la adolescencia) y comunicar inmediatamente a su médico cualquier cambio en las mamas, por muy insignificante que les pueda parecer. Recordemos el viejo refrán que vale más prevenir que curar.
La tercera sin duda es la medicina. Aquí no se deja nunca de avanzar. Recientemente, la medicina personalizada se ha unido a la quimioterapia para encontrar un tratamiento que permite actuar más agresivamente contra un tipo de cáncer de mama (el que afecta a un 20% de las mujeres que tienen un tumor en el pecho), pero con muy pocos efectos secundarios.En cirugía plástica, los avances también son notorios. La mastectomía preventiva ha demostrado ser un tratamiento muy eficaz que consiste en extirpar el componente glandular de los senos substituyéndolo por unos implantes mamarios. De esta manera se elimina la posibilidad de padecer cáncer y el resultado que consigue el cirujano plástico en un busto bonito y natural. También existen otros caminos cuando se ha detectado el cáncer como es el caso del uso de la microcirugía o la reconstrucción del pecho mediante el uso de células madre de la grasa.
Y la cuarta y más importante son las propias mujeres que sufren el cáncer de mama. Porque todos los avances del mundo no son nada sin el espíritu de superación que embebe a las mujeres que sufren esta enfermedad. Mujeres valientes que cuando se enteran de que padecen un cáncer de mama echan mano de todas sus fuerzas para plantarles cara y luchar.
Luchar contra la enfermedad, sí, pero también enfrentarse a un tratamiento durísimo, a una cirugía que puede acabar con una parte muy íntima de su cuerpo (aunque cada vez son más los hospitales que optan por realizar la reconstrucción en el mismo momento que se extirpa el cáncer), a un malestar intenso por culpa de los medicamentos y a la preocupación de cómo afectará a todos los que la rodean. Toda esa lucha es necesaria, porque como asegura oncólogos del prestigio del Dr. Baselga, “la guerra contra el cáncer de mama está ganada, solo nos faltan algunas batallas por superar”.