Me encanta el inicio de un nuevo año. En el sentido de celebrar la natividad, un nuevo nacimiento. No estoy pensando necesariamente en un contexto cristiano, ni tampoco en la llegada de un nuevo bebé al mundo. Pienso en el renacer que toda persona hace en algún momento de su vida, sobre todo, en esta época del año.A mí, personalmente, antes de empezar un nuevo año me gusta “volver a nacer”: pensar en el año que acaba y en el que empieza, con nuevos retos, no sólo profesionales, sino, también, personales. Porque a comienzos de año, al igual que en septiembre, es cuando más personas deciden hacer un cambio en su vida: se apuntan a inglés, a un gimnasio, deciden hacer régimen… Enero es, sin duda, el mes de los propósitos; no en vano, el nombre de “enero” se lo debemos a Jano, que era el dios de las puertas, los comienzos y los finales.

Para este mes, dentro de los nuevos propósitos que seguro que nos marcamos, tiene que estar el de cuidarnos y mimarnos más. Hay que saber cómo estamos por dentro y por fuera para empezar a tomar medidas, con el objetivo de estar más sanos. Así, envejecemos más lentamente y mejor. Y, al vernos más sanos y atractivos, proyectamos hacia fuera nuestra belleza y nuestro espíritu.

Para conseguirlo, lo primero es concienciarse de que queremos un cambio en nuestra vida. El que también fuera médico, el alemán Peter Bamm, decía que “lo que importa verdaderamente en la vida no son los objetivos que nos marcamos, sino los caminos que seguimos para lograrlo”. Un buen camino es el de pedir ayuda a las personas que tenemos cerca. Ya puede ser un coach, un psicólogo, tu pareja, tu hermano, o un amigo. Ponte a alguien cercano como aliado para que te ayude a dejar de fumar, a adelgazar o a hacer deporte, por ejemplo. Crea incluso con esa persona un grupo (o pareja) de wasap donde podáis ir haciéndoos de coach el uno al otro y explicaros vuestros progresos y debilidades. Porque no nos engañemos, lograr los objetivos que nos hemos marcado también nos hace felices. Y, vernos más bellos, nos hace aún más felices.

Se dice que la belleza es aquella “propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual. Esta propiedad existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas”. En el caso de las mujeres, además, se especifica que la belleza en una mujer se da cuando ésta es “notable por su hermosura”. No nos inventamos nada si decimos que nos queremos más y estamos mejor espiritualmente con nosotros mismos, cuando nos vemos más bellos. Cada semana tengo el caso de pacientes que así me lo corroboran. Querernos más –siempre dentro de un orden, por supuesto–, hace que renazcamos y nos hace más felices, porque sabemos que poseemos algo bueno.

Yo, esa felicidad, la consigo porque me intento cuidar todo lo que puedo y, también, porque me auto regalo un tiempo con los niños de la Fundación, en Guinea Bissau. Ellos me hacen ver la belleza en sus sonrisas, en sus travesuras, en sus miradas… Porque hay otra belleza que muchas veces no es física y que también nos deleita. En este caso, nos produce placer no necesariamente en la vista, sino el espíritu. Y es esa belleza de la que también quiero rodearme. Porque la belleza, en todas sus formas, nos hace felices.

¡Os deseo un 2015 repleto de cosas bellas!