De nuevo por aquí. Disculpad el parón del blog, pero me engulló la vorágine del día a día de este “primer mundo”. Pero voy a ir pasando mis notas a  limpio. Fiel reflejo de lo que allí viví en cada momento y haceros participes de ello. Me gustaría tanto que todos pudierais vivir una experiencia así… Si tenéis algún día la oportunidad…. no la dejéis escapar. Os dejo con la intervención de Gabriel.

Mañero opera a Gabriel en Guinea Bissau

José María Triviño y Alberto Herranz intentando que Gabriel no se escape

Estamos teniendo dificultades para ponerle un suero a Gabriel. La falta de los dos brazos nos obliga a ir a buscar venas en los pies. No para de moverse y sin embargo, quiere hacerse el valiente. Parece que ni se inmuta con los pinchazos, al menos es lo que intenta reflejar en su rostro. Está acostumbrado  al dolor. Pero no puede engañarme.. a mí no. Ya hace muchos años que nos conocemos…. – ¿Verdad Gabriel?…¿Qué te pasa?

Abrazándolo se percibe un ligero pero continuo temblor de todo su cuerpo. Desgraciadamente no estamos consiguiendo colocarle el suero y ya llevamos varios intentos. Ni una lágrima. Quiere ser el Rey hasta las ultimas consecuencias. ¡¡¡Pero por Dios… es un niño!!!!!!

-Alberto! Haz algo.Está aterrorizado…Gabriel, Gabriel mírame. MíRAME. No te vamos a dejar. No te vamos a abandonar, no te preocupes.- Él me ofreció su muñón derecho para que lo cogiera, pero preferí abrazarlo. En ese momento vi como el Rey…..el “Hombre” se hizo niño. Me abrazó hasta donde pudo con sus minúsculos brazos. Me parecieron tentáculos de ternura que llegaban mucho mas allá del corto contacto físico. Alberto, le acerco la mascarilla anestésica, cubriendo la boca y la nariz….. y abrió los gases……pasaron unos segundos…. Gabriel miró a Alberto, de forma tranquila. Luego giro la mirada hacia mí… me sonrío, cerró los ojos y se dejo llevar por el anestésico. Su abrazo perdió fuerza a medida que su cuerpo pesaba más rodeado por el mío.

– Gracias Alberto.

Con Gabriel ya dormido, todo él se relajó. Incluidas sus venas. Para Alberto fue sencillo entonces encontrar una buena vena en el pie.

– ¡¡Ya está!!

– Ok, empezad a pasarle el suero y el antibiótico.

Empezamos a preparar el campo quirúrgico. Estaba contento. Llevaba meses con remordimientos. La última vez que estuve con él le había prometido que le quitaría el “biko” y  los dolores. Pero en el otro viaje, se acabaron todos los equipos médicos con otros niños más graves. ¿¿Se quejó??……..Ya sabéis que no. Esta vez traía un equipo quirúrgico con su nombre. Esta vez no le fallaba. El Rey es el Rey. -Bisturí………..

No voy a dramatizar lo que no pasó, porque la cirugía fue muy bien. Estos pacientes con hernias umbilicales no tienen ombligo, pero tras la cirugía  a Gabriel le hice un ombligo bien bonito….. de Rey.

-Gabriel…. Gabriel….. Gabriel…. ya estamos… Gabriel ¿te duele algo?- Se fue despertando poco a poco, mientras se colocaba en posición fetal. Esto es muy típico en los niños después de una anestesia. A diferencia de los adultos que no cambian su posición al despertar, los niños y algunos adolescentes cuando despiertan de una anestesia tienen que ponerse en posición fetal, buscando la posición del vientre de la madre. Ya puedes intentar evitarlo que luchan hasta conseguir esa posición. Por ello es mejor que la adopten. Así se relajan y se tranquilizan. -¿Cómo estás… te duele algo?

Entreabrió un poco los ojos, se paso el bracito por la mejilla y volvió a cerrar los ojos. Me dio la sensación que por un momento quería ser el niño que es y no el Rey. Lo cogí en brazos y lo lleve a la “sala de postoperatorios”. Llamé a una enfermera le pedí que por favor se quedara a su lado en todo momento. Estaba bien. Pero solo quería que cuando abriera los ojos me llamara. Quería que  tuviera a alguien a su lado en ese momento y que no se pudiera volverse a sentir abandonado. Gracias, gracias, muchas gracias. Giré el borde de aluminio de la puerta del postoperatorio y al fondo del pasillo vi a Rosa desencajada, angustiada, gritando mi nombre….

– ¡¡Pero que pasa Rosa!!

Extendió los brazos y me dio una sábana. No entiendía nada. Pero enseguida me di cuenta que aquella pequeña sábana cubría un diminuto cuerpo de apenas un kilo. Destapé dos de los pliegues y tuve una de las peores visiones de mi vida. Algo que jamás olvidaré. Jamás. Rosa me lo entregó con cariño y rompió a llorar.

-Iván…. ¿cómo es posible esto?… yo no estoy preparada para esto.- Intenté tranquilizarla durante unos segundos pero aquello me superaba. Sabía que aquello supondría para mí un antes y un después.

– Rápido, rápido, rápido… una bomba y un suero, se muere…