¿Qué es la belleza? ¿Es algo intrínseco a la naturaleza o más bien efímero como las modas? ¿Es algo subjetivo que dependerá de los ojos que lo miren? ¿O es más bien objetivo que se da en todas las culturas y en todas las épocas?

Creemos que vivimos en un mundo creador e innovador en el que todo cambia de hoy para mañana, en el que somos rompedores y aportamos ideas frescas, conceptos únicos, pensamientos originales… Y esto no sólo en lo que concierne a nuevas tecnologías, sino a todo lo que nos rodea. Pero ¿es realmente así en todos los campos?

En una entrevista, una periodista me preguntó “¿cada cuánto cambiamos nuestro concepto de belleza? ¿Es algo que dura 5 o 10 años o es más cambiante aún?”  No sé exactamente porqué, pero en aquel momento, recordé una cita de Sócrates que un profesor de filosofía nos soltó en clase cuando aún era un adolescente y que nos hizo a todos mucha gracia: “A nuestra juventud le gusta el lujo, está maleducada, se burla de los superiores y no respeta en absoluto a los ancianos. Nuestros hijos de hoy se han convertido en tiranos, no se ponen en pie cuando llega una persona de edad, contradicen a sus padres; hablando en plata: son muy malos”.  Creo que pensé en ella porque parece que el concepto que tienen muchos adultos de la juventud no ha cambiado nada en los últimos 2.500 años.Y lo mismo se puede decir de la Belleza.

Aunque pensemos lo contrario, la idea de lo que definimos como bello tampoco ha variado demasiado desde la prehistoria hasta nuestros días, de manera que hoy seguimos buscando en nuestra pareja algo muy similar a lo que buscaban nuestros antepasados en las suyas.

Pero ¿qué es la Belleza?

Aseguraba Voltaire que la belleza es aquello que complace a los ojos. La Belleza (así en mayúsculas) es algo absoluto y genera placer en aquellos que la contemplan, ya sea una persona, una puesta de sol, una playa preciosa, una flor… además de complacernos, crea en nosotros la necesidad de poseerla, de que sea nuestra.

En los seres vivos la belleza sirve para perpetuar la especie, es la herramienta de la selección natural, pues como decía Darwin ‘‘la belleza es el resultado de una selección sexual’’. Y esto se da tanto en los pájaros como en las plantas o entre los seres humanos, porque la Belleza es algo objetivo, patrimonio de todos los seres vivos que necesitan de otros miembros de su especie para procrear y continuar con su extirpe.  Incluso es capaz de traspasar especies, cuando, por ejemplo, una flor evoluciona para ser hermosa, con colores llamativos, formas sinuosas u olores embriagadores y conseguir, de esta manera, atraer a la abeja que la polinizará.

Por eso la Belleza es atemporal y no sabe de modas, sino de genética.

La belleza (en minúscula) es lo que podríamos denominar la “hermosura”, es decir, es aquello que matiza y ornamenta la Belleza absoluta. Por ejemplo, la maravillosa puesta de sol de la que hablábamos, para mí sería todavía más bonita si la contemplo con música de los Rolling Stones, pero no así por alguien de los años 50, para quien seguramente la embellecería una canción de Frank Sinatra. Pero la Belleza de la puesta de sol continúa siendo la misma e inalterable. Poniéndonos a definir podríamos decir que la Belleza es aquello que nos deleitamos mirando y la “hermosura” aquello que lo adorna. Así, esa “hermosura” en el caso de las personas es aquello que percibimos como “atractivo, sexy o bien parecido”, es decir, cuando  una persona cumple con  los cánones estéticos del momento.

Por lo tanto, la “hermosura” es más superficial, subjetiva, social y temporal. Y se nutre del concepto cambiante de poder para convertirlo en seducción.

De esta manera, cuando hablamos de los cánones de belleza actuales, en realidad estamos hablando de esa “hermosura”, de esos ornamentos de la Belleza. Este aspecto sí fluctúa según las modas, las culturas, la economía… pues depende del estado de ánimo de una sociedad y de los poderes que la controlan. ¿Y cómo se crean esas pautas? Los arquetipos siempre han estado relacionados con la necesidad de las clases dominantes de diferenciarse de los estamentos menos favorecidos.  Por ejemplo, en épocas de hambre, la hermosura estaba en la opulencia de las carnes, pero habían mujeres delgadas bellísimas, al mismo tiempo que mujeres no tan bellas parecían guapas a los ojos de los hombre de la época (y viceversa) porque tenían un sobrepeso que denotaba su poder económico. O en la corte francesa que, en su empeño por diferenciarse del pueblo que trabajaba en el campo de sol a sol, pusieron de moda la tez blanca casi enfermiza: las damas y caballeros empolvados irradiaban hermosura, clase, poder… pero no todos ellos ostentaban la belleza de aquella campesina de proporciones armoniosas cuya simple visión producía placer, aunque no usara ni afeites ni maquillaje. Cuando los campesinos salieron de los campos para trabajar en las fábricas durante largas jornadas lejos del sol, curiosamente la tez morena se puso de moda, pues era una manera de demostrar que tenías tiempo para disfrutar del aire libre, de ir de vacaciones… en definitiva, que tenías suficiente poder económico como para no trabajar en una fábrica.

Otro ejemplo estaría en el tamaño del pecho femenino. ¿Qué es más bello un pecho voluptuoso o unos senos pequeños? Curiosamente, a lo largo de la historia (y muy especialmente durante los siglos XX i XXI) se ha considerado bonito un busto discreto en épocas económicamente más boyantes e intelectualmente más liberales; mientras que en momentos históricos más conservadores y económicamente más difíciles, se han preferido los pechos voluptuosos. Sin embargo, en todas las épocas, sea cual sea, el ideal de pecho femenino es siempre el mismo: redondeado, firme y turgente. El tamaño es, pues, un ornamento de la belleza del pecho.

En los últimos años, los medios de comunicación, y especialmente de la publicidad, han demostrado su extraordinaria influencia a la hora de transmitir modas y con ellas, los cánones establecidos por las clases dominantes (aunque ahora deberíamos decir multinacionales, grandes corporaciones, etc.). Pero la única diferencia con otras épocas es que esos cambios de arquetipos son más veloces, más vertiginosos, porque ahora a las razones de “diferenciación” se le unen unas poderosas razones económicas que residen detrás de cada cambio.