Cuando empecé a trabajar con personas con disforia de género, más conocido como transexualidad, me di cuenta de que uno de los mayores problemas a los que se enfrentaban era la incomprensión que les impedía a muchos de ellos integrarse en una sociedad que no los entendía. Entre los miembros de esa sociedad también se encontraba una buena porción de la comunidad médica y sanitaria que no los veía como personas que precisaran ayuda médica, a pesar de que la transexualidad está considerada como enfermedad por la OMS. Desde entonces hasta ahora, las cosas han cambiado pues desde muchos frentes (asociaciones, administraciones, médicos, pacientes, etc.) se ha hecho una labor muy importante.

Hace unos meses cuando apareció la noticia del “primer hombre embarazado”, tuve que acudir a varios medios de comunicación a explicar porqué Thomas Beatie, un transexual masculino, estaba gestando un bebé. Entonces defendí aquella decisión como valiente pues la entendí como un acto de amor hacia su esposa, que ya no podía concebir por un problema de salud: una edometriosis le supuso la extirpación del útero.

Thomas y su esposa Nancy tuvieron una niña el pasado 29 de junio, tras un parto normal y ya vuelve a estar embarazado de un segundo bebé que se espera para junio del 2009. Sigo sin poder objetar nada a una pareja que desea ser feliz y tener una familia en común. Pero creo que convertir lo que debería ser un acto de amor desinteresado en espectáculo mediático, con entrevistas en todos los medios de comunicación que han podido pagar en las que se desgrana uno a uno todos los
detalles del proceso, desde la inseminación en casa, la compra de semen por internet, las declaraciones de las hijas de la esposa -fruto de un primer matrimonio-, el parto… y ahora el nuevo embarazo, contribuye muy poco a que la sociedad, el ciudadano de a pie entienda qué es la transexualidad.

Creo que las decisiones de Beatie están ayudando muy poco a un colectivo que lleva muchos años luchando con uñas y dientes para normalizar su situación en la sociedad, para convertirse en ciudadanos de primera, para poder llevar una vida normal y feliz, en la que no deban esconder que su sexo y su género no coincidieron al nacer. Y sobre todo para que el ciudadano de a pie entienda y acepte este proceso.