No es raro sentir o leer en algún medio de comunicación que cada vez vivimos en una sociedad más individualista, con personas que no conocen a su vecino o que pasan por la vida sin pensar en nadie más que en sí mismos.

Y, efectivamente, tenemos pruebas de ello. Pero por suerte yo también tengo pruebas de todo lo contrario. De personas como Javier, Magda, Patricia, Mónica, Curro… que un día decidieron ayudar como voluntarios, sabiendo que iban a vivir situaciones muy difíciles y trabajar en unas condiciones duras.

Ellos han sabido lo que significa ser médico o enfermera en un país como Guinea Bissau y aunque al principio pensaron que este era un acto altruista de dar sin recibir nada, pronto se dieron cuenta que cuando ayudas a otras personas, recibes más de lo que das.

Leía el otro día el post que colgó Patricia, una de las voluntarias, en el blog de la fundación (http://nhakau.blogspot.com/), al acabar su trabajo en Bissau y me sentí muy identificado.

Pero también hay un grupo de personas que no viajan, ni ayudan directamente, que no viven esa experiencia pero que sin su ayuda sería imposible realizar ningún tipo de proyecto.Y creo que se debe reconocer el esfuerzo de las personas que, si bien no construyen físicamente con sus manos un proyecto, sí que le ofrecen los cimientos económicos y la posibilidad, así, de que se lleve a cabo. Personas que no son grandes magnates a quien les sobra el dinero, sino comerciantes, industriales o simples asalariados que con su pequeña o gran aportación consiguen, cada día, a construir un mundo más acogedor para todos.

Por ello no puedo creer que cada día seamos más individualista (al menos no todos). Pero tampoco me creo la excusa de muchos de que este mundo no se puede cambiar, porque muchas personas anónimas lo desmienten cada día.

A todos ellos: gracias.