Hace tiempo que no escribo. Lo sé. Y es por culpa de mi falta de tiempo. Curiosa paradoja.Y esta situación me ha dado que pensar. El tiempo es el mayor de nuestros tesoros y sin embargo no podemos dejar de derrocharlo. No podemos acumularlo ni almacenar, no nos da intereses si lo ahorramos, no lo podemos poner a plazo fijo ni siquiera lo podemos esconder bajo el colchón. Sólo lo podemos invertir o mejor dicho, sólo podemos gastarlo y debemos hacerlo de la mejor manera posible.

Pero hasta en ese concepto, el del tiempo bien invertido, todos somos distintos: los hay quien piensan que mirar la televisión es perderlo sin remedio, otros que si sólo lo inviertes en tu trabajo te olvidas de lo bueno de la vida y otros, para los que ocupar su tiempo en el trabajo es una gran satisfacción.
Unos abogan por hacer con él grandes cosas y otros basan el concepto de “aprovechar el tiempo” en disfrutar de las pequeñas migajas que nos regala la vida: sentarse en una heladería a comerse un helado con tus amigos, leer un buen libro en la playa o comer los domingos en familia.

Desde mi modesto punto de vista, creo que lo realmente importante es gastarlo en aquello que nos llena y no arrepentirse de cómo lo hemos hecho. Nadie debería decirnos cómo utilizar ese regalo que es el tiempo, porque nadie mejor que nosotros sabemos en qué lo podemos usar. Porque al fin y al cabo, el tiempo es una herramienta más para intentar ser felices.