Hoy quiero compartir con vosotros este artículo de opinión que publiqué en Diario Médico en octubre:

En el mes de octubre celebramos el Día contra el Cáncer de Mama y casi al mismo tiempo nos enterábamos de algunas noticias sobre cómo los recortes de la salud pública en tratamientos médicos y pruebas de prevención (como que Madrid había suspendido durante 6 meses las mamografías preventivas, dejando a 30.000 mujeres sin esta prueba) nos afectan como pacientes.

Y aunque no soy oncólogo, si no cirujano plástico, ni paciente de un posible cáncer de mama (estadísticamente tengo muy pocos números), esto también me afecta porque no es lo mismo detectar y tratar un pequeño tumor a tiempo que tener que realizar una mastectomía para eliminar un cáncer y su consiguiente reconstrucción mamaria. Y cuando digo que no es lo mismo no sólo me refiero al impacto psicológico, social, laboral y familiar que esto pueda tener en la vida de la mujer y de su entorno (que recordemos que es lo más importante), sino también económico (vamos a ponernos fríos y calculadores, vamos a analizar números y no a pacientes).

En una época de crisis como la que estamos viviendo es hasta comprensible que se hagan ciertos reajustes económicos en sanidad, pero esos recortes deberían ir dirigidos a optimizar recursos y gestión, sin que ello afecte a la atención y al servicio de nuestros pacientes, porque en el momento que les afecta (y sigo hablando sólo desde un punto económico), esos recortes se convierten en pan para hoy y hambre para mañana. Volvamos al caso de las mamografías profilácticas. De acuerdo se han ahorrado 30.000 pruebas y quizás los números cuadran (aunque es cierto que ahora insisten en que se van a realizar antes de final de año). Pero en España las estadísticas nos dicen que una de cada ocho de esas mujeres sufrirán cáncer de mama (20.000 casos nuevos cada año). Una enfermedad que si no se detecta a tiempo, requerirá de un tratamiento mayor, de una cirugía mayor y de mucha más atención e inversión sanitaria. Es cierto que esto no saldrán en la contabilidad de este año, pero acabará saliendo multiplicado por 100. E igual que pasa en este caso, pasa en muchos otros. Porque parece que algunos gestores, de esos que no tratan pacientes, hacen los números a corto plazo, pero la vida es larga (o eso esperamos todos). Hoy en día disponemos de muchas herramientas que bien utilizadas nos ofrecen la posibilidad de realizar un diagnóstico muy temprano, por ejemplo, nuevas pruebas pueden detectar la predisposición genética a sufrir el cáncer de mama (el 7% de esta enfermedad tiene base genética y el más común es el llamado “cáncer hereditario de mama-ovario” producido por mutaciones en los genes BRCA1 y BRCA2) en mujeres muy jóvenes de entre 19 y 30 años. Si las mujeres detectadas, después de sopesar los pros y contras, se realizan una mastectomía subcutánea bilateral (como hizo en su día Angelina Jolie), el riesgo de padecer cáncer de mama se reduce en más de un 90% y el resultado de la intervención es un pecho bonito. Esto que puede parecer económicamente caro, sigue sin serlo, porque a la larga nuestra sociedad se ahorrará muchísimos tratamientos, recursos y cirugías (además de salvar todas esas vidas, que sigue siendo lo primordial).

Así pues, creo que la base para tener una sanidad de calidad, universal y bien gestionada (es decir, a buen precio) es invertir en prevención y atención temprana, cualquier otra cosa es hacer crecer la factura del futuro, debajo de la alfombra. Y aquí no he hablado de las vidas que se ven terriblemente afectadas porque las pruebas o los tratamientos no llegaron a tiempo.